Sombras en la luminosa Victoria: “Yo me muero de soledad y creo que es casi mi punto final”

La vida privada de Victoria de los Ángeles (Barcelona, 1923-2005) no es ni fue una cuestión baladí, sino un reflejo de la desgraciada existencia emocional que llevaron tantas y tantas mujeres de su generación, divas de la ópera o amas de casa, en una España machista y franquista a partes iguales que a menudo las ataba sentimentalmente a un marido infiel que para más inri se desentendía de ellas.
Así se expone en Victoria de los Ángeles. Todo parecía tan sencillo (Ficta Edicions, en colaboración con el Ayuntamiento de Barcelona), una biografía del periodista y musicólogo Pep Gorgori (Barcelona, 1977) en la que por primera vez se ha tenido acceso a la documentación personal y profesional de la cantante, depositada en su día en el Arxiu Nacional de Catalunya. Gorgori ha contado con el permiso de la Fundación Victoria de los Ángeles, pero ha sido libre de usarla sin tener que rendir cuentas. Y además la ha complementado con otros treinta archivos sobre la soprano.
“Yo solo quiero afecto todo el tiempo y esto se ha convertido en una extraña enfermedad que terminará mal”“No es una biografía basada en su propio relato o en el de las personas que la conocieron, sino que se sostiene sobre todo en la documentación que he ido analizando”, indica Gorgori. En su anhelo de retratar a la artista en todas sus facetas, el periodista traza además un retrato de la época a través de la mirada de la biografiada, tanto en relación al mundo de la lírica –con material inédito– como en lo relativo a su condición de mujer.

Victoria de los Ángeles, en uno de los viajes que emprendía para ir a cantar en los principales teatros
No es ninguna novedad que el día que se casó lloró. Sabía que se estaba equivocando. Enrique Magriñá, que revelaría instantáneamente a José María Lamaña como mánager y la arruinaría, dejando sin abrir gran cantidad de cartas de teatros y agentes que la reclamaban, tendría cinco hijos fuera del matrimonio. Él se apropió de los honorarios de Victoria, puso cuentas e inversiones a su nombre. Y mientras en 1968 ella paría a su primer hijo, Alejandro, con síndrome de Down, él bautizaba Alejandra a la niña que tenía con su secretaria y se fugaba en 1970, dejando a Victoria en la miseria, llevándose acciones, royalties...
Lee tambiénSobre todo ello y sobre su trayectoria artística se habló con motivo del centenario, hace un par de años. “Se sabía que Victoria de los Ángeles tenía un carácter más bien triste y que lo pasó mal en su matrimonio, pero ahora encontramos detalles importantes que habían permanecido ocultos. Como el hecho de que sufriera al menos cuatro abortos a lo largo de su vida y que tardara quince años de casada en tener su primer hijo. Y eso, en un momento en que había presión social para que las mujeres se casaran y fueran madres, afecta al carácter. No podemos minusvalorar esos detalles. Como tampoco las infidelidades de su marido y los desastres económicos que le causó: todo eso lo vivió como una traición y fue uno de los factores que la llevaron a la depresión, tal y como he podido documentar con esta investigación”.
Ahora leemos de su puño y letra la gran sombra que pesó sobre esa luminosa figura. “Yo solo quiero afecto todo el tiempo y esto se ha convertido en una extraña enfermedad, que yo sé que no terminará más que mal y pronto”, se lee en las misivas que entre 1979 y 1982 dirigió a un interlocutor que desea permanecer en el anonimato.
“Me he equivocado en mi vida queriendo”. “Lo único que me sale es llorar y llorar, escondiendo las lágrimas para que el niño no se entere, pero deseando irme lejos, ahí arriba, a ese firmamento del que hemos hablado alguna vez... y desaparecer”. “Yo me muero de soledad y creo que es casi mi punto final”. “La tristeza es infinita, la soledad, implacable y dejaré que acabe conmigo de una vez”.
El Life Victoria concluye ahora su 13.ª edición, que ha tenido la libertad como hilo conductor, y en la que no han faltado los grandes del lied a escala mundial, de las voces de Günther Groissböck, Mark Padmore, Louise Adler o Mauro Peter al piano de Julius Drake y de Joseph Middleton, quien justamente acompañará el 7 de mayo al deseado barítono británico Huw Montague-Rendall, el Pelléas de su tiempo, según Le Figaro, al que se vio el Murciélago navideño del Liceu y que hace aquí su debut barcelonés en recital. El mismo día, el Life aupará a la ganadora del premio Xavier Montsalvatge del Concurs de Les Corts, la pianista Clara Santacana, que se presenta en el ciclo de piano Alicia de Larrocha del Life Victoria. Un recital que une a Victoria, Alicia y Xavier, tres grandes nombres, tres grandes amigos. La clausura del certamen será el día 11 con la soprano Serena Sáenz y el pianista Rubén Fernández Aguirre en la flamante sala Victoria de los Ángeles del Auditori L’Illa de Les Corts. Por otra parte, la Fundación que lleva el nombre de la cantante acaba de concluir estos días en la Juilliard School de Nueva York la 2.ª edición del Victoria Legacy, una serie de masterclasses dedicadas a preservar y promover el arte de la canción catalana y española. Una iniciativa que surgió con motivo del centenario de la diva.
Joven, hermosa, talentosa y con una carrera esplendorosa, salir al escenario sintiéndose desgraciada no jugó a su favor vocalmente, como confesaba en una entrevista a la BBC, en 1993. “Yo era una de esas mujeres españolas que cree que la fidelidad existe. Y después descubres que no es así. Para mí fue muy duro, y fue en los sesenta, justo cuando mi primer hijo nació. Me lo tomé con mucha calma, sin ninguna estridencia, ni lo eché ni nada de eso. Pensé que esto cambiaría. Seguimos viajando. Miré hacia otro lado y me lo guardé para mí. Pero tenía una pena tan grande... Nunca quise confesarlo pero se llevó una gran parte de mi carrera en los sesenta y el inicio de los setenta. Fue la peor época de mi canto. Podía hacer un recital con gran éxito y tres días después otro que era un desastre. Incluso perjudicó mi relación con la EMI. Entre 1972 y 1975 tuve que luchar mucho contra mi misma”, dijo.
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